miércoles, 16 de junio de 2010

VII. COCTELERA DE VOCES: ¿QUÉ OPINAS TÚ? (I)

1. UNA DEUDA VERGONZOSA
Yo fumo, tú te tragas el humo.


Sumidos en una enormemente profunda crisis económica mundial en la que aparecen deudores y bancarios sedientos de unas pocas monedas, y trabajadores con grandes límites económicos preocupados por no tener dinero suficiente para comprarse el aparato de la TDT, encontramos una deuda diferente; la deuda climática.
¿Qué es la deuda climática?
Todos sabemos que el boom de la contaminación nos enseña los dientes tras la Revolución Industrial (la densidad de dióxido de carbono en la atmósfera ha llegado a ser, desde entonces, de unas 387 partes por millón, un dato no demasiado saludable para nadie). Y hemos de saber que, evidentemente, las grandes emisiones no provienen precisamente de los países de más habitantes, si no de los países desarrollados (un 20% de la población, ya que aunque en los países en vías de desarrollo, como China, también hay grandes emisiones, éstas tienen una historia más corta en la vida industrial) que han regalado a la atmósfera el 75% de los gases invernadero que están contribuyendo a la desestabilización del clima.

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¿Cuánto les pagamos? No solo nuestras emisiones han agravado la crisis climática que les afecta directa o indirectamente a ellos, no solo no les hemos ayudado a poner medios para reducir los efectos de las catástrofes, si no que además no les permitimos valerse de las energías que empezamos a utilizar nosotros, porque AHORA SÍ, “perjudicarían al planeta” .
Y cada día, hay cientos de niños que nacen en un país tercermundista, que no tendrán ordenador, ni videoconsola, ni si quiera una cocina de gas. Quizás no son demasiado importantes. Pero sabed, a mí sí me importaría crecer respirando el humo que otros desecharon para levantar una sociedad que ni si quiera tiene respeto al planeta, ni al resto de personas que viven en él.

Llegamos a un punto en el que hay que admirar al que no sabe qué es un tubo de escape, a quién no sabe construir una televisión, admirar a aquél que es capaz de vivir con muy poco, ya que es el único que respeta al resto.

Y por mucho que les paguemos, por mucho dinero que se reembolsen sus gobiernos, no vamos a poder disculparnos. Necesitaríamos otro mundo y otra historia para empezar de nuevo.
Otra deuda; una deuda con quién no tiene la culpa, una deuda con nosotros mismos, una deuda con la Tierra… una deuda vergonzosa.

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